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Democracia y el voto obligatorio .Por Soledad Alvear

Democracia y el voto obligatorio .Por Soledad Alvear

Democracia y el voto obligatorio

 

Senadora Soledad Alvear, Región Metropolitana

Nuestro mundo global interconectado dista mucho de la cabaña de Henry David Thoreau, aquel viejo precursor de la desobediencia civil. Hoy día nos reconocemos en esta aldea globalizada, diversa, multicultural y cosmopolita. En ese reconocimiento de lo diverso, está implícito el respeto a la persona humana, en esencia igual en su valor humano, pero distinta en origen y proyecciones. En lo diferente está la riqueza de la diversidad cultural, de la diversidad nace el respeto que debemos tener como individuos a quienes se manifiestan participando de las distintas expresiones culturales, sociales y políticas, en el contexto de una sociedad heterogénea.

 

Desde esta perspectiva planteamos la discusión sobre la participación política efectiva y el reconocimiento de pertenecer a la ciudadanía democrática. Vale decir, derechos civiles exigibles al Estado y obligaciones públicas con la sociedad, o sea compromiso con las decisiones políticas, que nos implican a todos.

 

La democracia actual es la que entendemos por democracia representativa y por tanto no le cabe ningún otro tipo de apellido, sea delegativa, participativa o ciudadana. La democracia es en cuanto es y respeta los mínimos de libertades públicas y derechos civiles que a ésta se le exigen. Pero la democracia en esencia es un gobierno del pueblo, aquellos que participan de la cívitas, los ciudadanos. Por tanto, es esencial para la democracia la participación civil en la política, el compromiso de estos ciudadanos en las decisiones políticas, en este caso un mínimo de votar tanto en la elección de autoridades políticas, como también en aquellas materias dignas de plebiscito.

 

Desde la inauguración del homo politicus en la Grecia Clásica, el ideal estaba en el ciudadano poseedor de la virtud cívica, la que se conseguía a través de la acción política. Ésta se llevaba a cabo en la ciudad y su plenitud era la participación de este homo politicus o ciudadano en el Kratos o gobierno. La participación igual para todos es un derecho y deber de todo ciudadano que pertenece a la civitas, por tanto no es sencillo eludirla. Sí yo, ciudadano o ciudadana, acepto que el Estado y las leyes, rijan el ordenamiento social donde yo vivo y se me respete igual que al resto, debo yo por tanto asumir los mínimos compromisos para el mantenimiento del orden establecido y la legitimidad de este.

 

La legitimidad del orden político en una democracia son las elecciones y el número de participantes en ella. A mayor número de participantes en un proceso electoral, mayor legitimación tienen sus autoridades electas. Una participación débil, los dirigentes no cuentan con una alta legitimidad, en palabras de O' Donnell, nos encontramos con una democracia de baja intensidad, lo que en muchos casos degenera en populismo, autoritarismos e inestabilidad democrática.

 

Por todo lo anterior, en el 5to Congreso Ideológico de la Democracia Cristiana, hemos sostenido "la inscripción automática y el voto obligatorio", para todas y todos los ciudadanos de nuestra patria, vale decir para aquellas personas mayores de 18 años, que a partir de esa edad cuentan en plenitud con todos sus derechos civiles y libertades públicas.

 

Nuestra democracia aun es joven y necesita de reformas para avanzar hacia una democracia de alta intensidad. Por eso es deber de todas y todos lo chilenos, cuidarla y mejorarla, mínimamente a través del voto y fundamentalmente participando en todas las instancias político-sociales que nuestro sistema político nos entrega. Esta es la única y verdadera forma de perfeccionar nuestra democracia.

 

La participación no es teórica, sino que es el alma de la democracia, tanto que sin ella, este régimen no puede existir. Así se entienden las palabras de la filósofa alemana Hannah Arendt: "La democracia debe ofrecer oportunidades para que las personas se establezcan como ciudadanos", es decir, cada uno como participe de la propia democracia.

 

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