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Pepe Auth en entrevista de La Nación.

Pepe Auth en entrevista de La Nación.
Entrevista a Pepe Auth en diario La Nación
"Me gusta más la influencia que el poder"
 

"Tengo el beso de Tita tatuado aquí en el hombro, cuando me baño se ve con toda claridad. Es rojo furioso. No tengo argolla, pero esto es mucho más fuerte porque los anillos se dejan a la entrada de los moteles, y esto está a la vista de cualquiera".

Nació José, pero en marzo de 1997 se reinscribió con el nombre de Pepe. Para no confundir, simplemente.

Ha sido bien aperrado Pepe Auth Stewart, secretario general del PPD. Estudió Veterinaria y Sicología al mismo tiempo, lo que lo dejó en los huesos, porque corría de Macul a Santa Rosa sin Metro ni auto. Participó en la reconstrucción de la Juventud Socialista y dirigió el taller de teatro de la Universidad de Chile. Después estudió dirección teatral en el Taller 666, pero, como él mismo dice, se lo comió la política.

Quinto hijo de seis; cuatro medio hermanos mayores y una hermana menor; padre de seis hijos de 25 a 5 años, nacidos de diferentes parejas , y abuelo de un nieto de tres años, a pesar de una historia familiar compleja se reconoce optimista inveterado. Ni su mirada, ni su tono de voz, ni su expresión de permanente sonrisa van a tono con el relato. "Bueno, es la novela de la vida", explica, restándole dramatismo.

También dice que otra característica suya es hacer todo, en el ámbito que sea, como si fuera la primera vez. No marcar el paso. "Lucho contra el achanchamiento". Y, para confirmarlo, cuenta que tiene tatuado en el hombro un beso de Tita Rojas, su mujer actual y madre de sus dos hijos pequeños. "Mi amor definitivo", aclara.

-¿Cuál es la diferencia entre tener hijos joven y tenerlos a los 50 años?

-Es muy distinto, porque son hijos más pensados, no diría que más queridos, pero sí más reflexionados. Yo creo que mis hijos últimos son privilegiados respecto a los primeros, en términos que tienen un padre mucho más presente, mucho más maduro que cuando yo era estudiante universitario y después estudiante de posgrado en Francia en una pensión. Un padre que busca llegar todos los días al menos a la hora en que se duermen, que los va a dejar al colegio regularmente.

-¿Cómo fue su propia infancia?

-Mi madre, de origen inglés, creció en la Isla Dawson, se casó muy joven con un italiano en Magallanes y enviudó con cuatro hijos, la mayor de 10 años y la menor de 6 meses. Se vino a Santiago y se enamoró de mi papá, que estaba por egresar de Medicina. Mi mamá se casó cuando yo venía en camino, eso lo descubrí después, así es que fui el primero para mi papá y el quinto para mi mamá. Y tuve dos hermanas, pero una murió cianótica.

-Nada fácil.

-Cuando nació mi hermana yo tenía 6 años y quedé en tierra de nadie. Mi papá no hizo suyas a mis hermanas mayores, por lo que mi madre tuvo que cuidarlas sola. Y como mi papá se concentró obsesivamente en mi hermana menor, encontré la libertad.

-Libertad con cara de soledad.

-Sí. Era un niño de 7 años que andaba vagando, buscando cajetillas de fósforos para jugar. Iba a una piscina que quedaba muy lejos, solo, y volvía de noche; en 1962 iba al estadio solo.

-Sin límites y sin espaldas de apoyo.

-Claro, pero fue una infancia muy intensa. Después, mi padre fue contratado como médico en Cerro Sombrero, en Tierra del Fuego, donde pasé tres años maravillosos antes de venirme a Santiago al Internado Barros Arana. Tengo imborrables recuerdos y fue importante para mi formación, pero jamás metería a mis hijos en internado. Y es lo que piensan todos los ex alumnos.

-¿Cómo fue esa experiencia?

-Terminé el cuarto medio ahí, fueron cinco años de mi vida. Todavía me acuerdo del himno. Es una comunidad muy grande y se desarrolla una hermandad muy intensa. Pero también fue un período duro. De partida no hay mujeres, por lo que la violencia, la fuerza y la tensión son muy crudas. Vi cómo algunos sufrían por estar lejos de su hogar.

-Pero para usted, que era un niño tan solo, ¿no fue una especie de contención?

-Me sirvió mucho en realidad, porque en ese período mis padres se separaron. Y era una época en que la gente sólo se separaba cuando era imposible seguir viviendo. Todos los hijos sufrimos un largo período de disputa muy intensa. En la casa había una pistola y yo me la llevaba al colegio, en mi bolsito, para que no fueran a usarla. Vivíamos en una casa de dos pisos y yo dormía con un ojo abierto, por si escuchaba algún grito, para subir y parar a mis padres. Eso me ayudó a convertirme en un lector impenitente; leía todo lo que caía en mis manos, desde Marx hasta Manuel Rojas. Después seguí leyendo en el internado, debajo de la cama, con una linterna. De ahí mi miopía temprana.

-Nunca ha podido apoyarse sobre algún hombro, siempre ha sido el contenedor.

-Sí, pero mi mujer definitiva hace que por primera vez me sienta compartiendo responsabilidades, tareas y demases.

-Habla de su mujer definitiva. ¿Se puede saber cuándo uno ama para siempre?

-No se puede, naturalmente, estar seguro. Pero yo tuve muchas relaciones, matrimonios, y nunca sentí, hasta ahora, que era definitivo. Y cuando emprendí la aventura con Tita lo sentí de manera tan clara que hice la locura de tatuarme un beso suyo, que es una marca indeleble.

-Eso le da un respaldo.

-Lo tengo aquí en el hombro, cuando me baño se ve con toda claridad. Es rojo furioso. No tengo argolla, pero esto es mucho más fuerte porque los anillos se dejan a la entrada de los moteles, y esto está a la vista de cualquiera. Con ella sentí que había llegado a puerto. No digo que ha sido miel sobre hojuelas, ha habido períodos duros, pero cuando tienes la sensación estructural de que es para siempre se vive de otra manera. Yo viví momentos así, pero sin esa contención, sin el beso en el hombro marcado a fuego, y eso te hacía ser menos tolerante e invertir mucho menos esfuerzo en mantener la relación sana y viva. La relación de pareja es mucho trabajo, y si uno se achancha se va a las pailas. Y la vida está llena de achanchados, en la pareja, en la política.

FUTURO CANDIDATO

-¿Cuánto de teatral tiene la política?

-Mucho. Porque está dominada por las palabras y la expresión, y éstas, sin el gesto y el énfasis, no son nada. Es el arte de convencer, de que otro te crea, y todo lo que aprendes para favorecer tu capacidad de expresión es fundamental. Entender que debes ser el mismo en todas partes, tanto en el set de TV como en una reunión con tus compadres o con la directiva nacional; saber modular, saber escuchar, son cosas que te deja el teatro. Pero sobre todo me ayudó a interesarme por las personas. Porque, en la política, si no tienes interés verdadero en los otros, no sirve. Y la política está llena de autistas.

-¿El poder tiene que ver con la capacidad de seducción?

-Fíjese que a mí me gusta más la influencia que el poder. Me satisface más, quizá por mi cultura de asesor, que lo he sido por muchos años, ver palabras mías en boca de otros, ver que lo que yo sembré, aun cuando después pierda la propiedad de esa idea, se convierta en una iniciativa y que ello produzca efectos. Eso me hace gozar.

-¿Va a ser candidato a diputado?

-Sí. Por algún distrito de la Región Metropolitana. LND


Fuente : Diario La Nación

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